jueves, 2 de abril de 2020

ESPACIO DE REFLEXIÓN EN FAMILIA

Estimados padres, de familia y estudiantes.

Hoy es un día en que se nos invita a recordar que debemos cuidar de la vida, sí la vida, pero no solo de la vida física, sino también la vida espiritual.

Es importante reconocer, que el orar en familia, nos mantiene unidos y nos ayuda a encarar juntos los problemas que podemos tener y además fortalece nuestra relación con Dios. Nos permite fortalecer nuestros lazos familiares, a enriquecer la comunicación con nuestra pareja y los hijos, al igual que ayuda al crecimiento espiritual como grupo familiar. Es el mandato de Dios, que instruyamos a nuestros hijos y a toda la generación y descendencia, en el camino del Señor. Es por esto, que hoy, extendemos la invitación, para disponer un momento del día y realizar esta reflexión en compañía de todos los miembros de la familia.

NO TE LO PUEDES PERDER
DÍA DE GRACIA Y DE INFINITAS BENDICIONES PARA TODOS

Es justamente de la vida espiritual fortalecida, que emanan las virtudes, los valores, la sabiduría y la fortaleza para afrontar los desafíos que se nos proponen y sacar de estos momentos, aprendizajes que nos hacen mejores seres humanos para nosotros mismos y para los demás.
Hoy hemos de reflexionar en una virtud humana que debemos trabajar diariamente, porque se constituye en la fuente misma de nuestra vida espiritual., esta es la FE en Dios. Sí, en esa FE que mueve montañas, que le da sentido a nuestra vida, que nos impulsa a seguir adelante, que nos saca de nuestro egocentrismo y nos ponen en modo de amor universal, de donación, de servicio y solidaridad.
Nos preocupamos a nivel personal y familiar de tantas cosas, pero, de vivir y acrecentar nuestra FE, ¿Podemos decir lo mismo?
A continuación, encontrarán un testimonio sucedido en nuestro país, que no forma parte de un ideario, de un supuesto, sino de un acontecimiento real, y que como ese, hay muchos testimonios, para los que tienen fe.
Espero que nos invite a mirarnos interiormente, a reflexionar sobre ¿cómo estamos en nuestra vida de fe? y ¿cómo podemos profundizar en esta virtud?

“NIÑA DE CINCO AÑOS, MAESTRA EN LA FE”

En un colegio de Bogotá, durante un “taller de Escuela de Padres de Familia, en el año 2001, acerca de la Fe, pidió la palabra uno de los participantes y dijo:

Hoy doy testimonio personal de algo que nunca creería ni yo mismo. Al decir estas palabras, todos guardaron silencio; conocían muy bien a quien hablaba, pues no era muy dedicado a las cuestiones religiosas.

En mí mismo sucedió algo extraordinario. Tenía un cáncer terminal y, como médico que soy, no lo podía creer, a pesar del dolor continuo de mi cabeza. Fui a varias clínicas, me hice tomar radiografías y todas daban el mismo resultado. Total, aunque no quería reconocerlo, ahí estaban las pruebas: ¡Cáncer terminal en mi propio cráneo!

El silencio era absoluto en el salón de conferencias.

Una noche me puse a llorar junto a mi esposa, pues tenía que enfrentarme a tan fatal realidad. Ella no sabía qué decirme. Sólo me abrazaba. Pero, tras la puerta, estaba mi pequeña hijita de tan sólo 5 años, estudiante del colegio que hoy nos acoge. En silencio, ella vino y nos abrazó a los dos y con su prudencia mostró comprensión. Preguntó: ¿Qué te dijo el médico, papito? “Nada grave”, contesté procurando disimular mis lágrimas.

Pero tú eres médico, los exámenes y tu dolor de cabeza de todos los días… ¿qué te dicen? Su tono era patético y digno de personas de mayor edad.

Sí, estoy algo malito.

La niña me abrazó con inmensa ternura, hasta hacerme llorar en sus brazos. Me dijo suavemente:

Tranquilo, papito, mientras acariciaba la zona parietal en la que yo sufría los terribles dolores.

Esa noche me dejé guiar por ella. Me tomó de la mano, me llevó a la cama, se sentó a la orilla, me recosté y, como si fuera una persona adulta, sentenció:

¡Dios no me falla!

Hizo que pusiera mi cabeza en sus piernecitas, colocó sus manos en la zona adolorida de mi cabeza y, con una fe y una confianza inauditas, dijo:

Mamita, vamos a orar por la salud de mi papito. Yo sé una oración. Y, con sus manos impuestas en mi cabeza, cerrando los ojos, volvió a mirar, con énfasis extraño.

¡Dios no me falla!- y añadió-: Mamita, recemos.

Cerrando sus ojitos, lentamente rezó la Oración a la Virgen del Pilar que les enseñan en el Colegio, con una devoción y unción tan profunda que yo misma estaba conmocionado. Sin saber cómo, yo sentía algo raro por dentro de mi propio cerebro. Realmente me estaba recuperando en el regazo de mi pequeño ángel que oraba con tal confianza. Terminó de orar a la Virgen y añadió peticiones:

Tú, Dios mío, no me puedes fallar. Mi papacito tiene que quedar bueno. Tú no me fallas. No puedes llevarte a mi papito, tú no me fallas. No podemos quedar solitas, mamá y yo…

Mis sentimientos se tornaban en gigante respeto por una personita que me estaba dando muestras de tan gran madurez y confianza en aquél que yo estaba dejando a un lado… Mi ángel pequeñito me estaba dando lecciones profundas de fe…

Lo cierto es que me comenzaron a pasar los fortísimos dolores y, por insistencia de mi mujer, fui a la última clínica en la que me había tomado radiografías. Tomaron una y nada, otra y nada. Llamaron a la persona que había hecho las últimas y era la misma que estaba allí en Rayos X. ¡Optaron por volver a hacer otras y no encontraron nada! No podía creer que mi cáncer terminal en el cerebro se hubiera ido, así como así…

Me fui a las otras clínicas en las que yo mismo había estado haciéndome tomar varias radiografías, pues, como médico, no quería aceptar que estuviera en ese estado y, ¡oh sorpresa tan grande! ¡En ninguna de ellas aparecieron rastros del mal tan terrible!

Entienden, queridos padres de familia, ¿por qué he vuelto a Dios y que mi pequeña, de sólo 5 años, ha sido mi gran maestra en la Fe?

Cuando terminó de exponer su vivencia, todos llorábamos… en silencio. 

(Hna. Aracely Barajas, Rectora)

Tomado de AGUDELO, HUMBERTO. VITAMINAS diarias para el espíritu.2. Paulinas.  Pág. 307

¿PERO CÓMO ALIMENTAR NUESTRA FE?

Cinco acciones para aumentar nuestra fe. Siempre partiendo de la convicción que la fe es un Don, que es un regalo de Dios, hay que:

1.      Pedir a Dios que acreciente nuestra fe
2.  Estudiar nuestra fe. Una fe que se estudia se acrecienta. Leer, hablar con personas preparadas en la fe, nos permite profundizar en nuestra fe.
3.  Vivir la fe. Esta es la mejor manera de ejercitarla. Se vive, creyendo en la providencia, trasmitiéndola, dando testimonio de ella. Hay que tener presente que si no se vive se debilita.
4.    Acudir con frecuencia a los sacramentos, de la reconciliación y la comunión.
5.    Propiciar diariamente los momentos de oración personal y familiar.

ORACIÓN QUE PUEDES REALIZAR EN TU HOGAR CON LOS MIEMBROS DE TU FAMILIA
Corazones unidos y traspasados por un mismo amor: Jesús, José y María, a vosotros encomendamos nuestras familias y las familias del mundo entero, para que con vuestra protección que clama al cielo y al Dios Padre eterno, que unido al Espíritu Santo derrame las gracias de conversión, de salvación, a todos los hogares, especialmente este hogar que se ha consagrado a los tres corazones unidos y traspasados; os queremos entregar en esta hora de oración esta nuestra familia, para que cada uno de sus miembros se conviertan: los hijos, los esposos; los familiares y todos aquellos que tengan que ver con nuestro vínculo familiar, para que unidos a ese Amor de Dios y a ese verdadero Amor de Jesucristo y unido a la esencia del Espíritu Santo, derrame sobre las familias el deseo ardiente de la caridad mientras peregrinamos por el mundo, el deseo ardiente  de anhelar  el Cielo con la esperanza que nos infunde el Espíritu Santo y la fe viva en nuestros corazones, para que se mantenga firme ante las adversidades de los últimos tiempos.

Amén
Que la Sagrada Familia de Nazaret, bendiga cada uno de sus hogares. 

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