Hoy es un día en que se nos invita a recordar que
debemos cuidar de la vida, sí la vida, pero no solo de la vida física, sino
también la vida espiritual.
Es importante reconocer, que el orar en familia, nos
mantiene unidos y nos ayuda a encarar juntos los problemas que podemos tener y
además fortalece nuestra relación con Dios. Nos permite fortalecer nuestros lazos
familiares, a enriquecer la comunicación con nuestra pareja y los hijos, al
igual que ayuda al crecimiento espiritual como grupo familiar. Es el mandato de
Dios, que instruyamos a nuestros hijos y a toda la generación y descendencia,
en el camino del Señor. Es por esto, que hoy, extendemos la invitación, para
disponer un momento del día y realizar esta reflexión en compañía de todos los
miembros de la familia.
NO TE LO PUEDES PERDER
DÍA DE GRACIA Y DE INFINITAS
BENDICIONES PARA TODOS
Es justamente de la vida espiritual fortalecida,
que emanan las virtudes, los valores, la sabiduría y la fortaleza para afrontar
los desafíos que se nos proponen y sacar de estos momentos, aprendizajes que
nos hacen mejores seres humanos para nosotros mismos y para los demás.
Hoy hemos de reflexionar en una virtud humana que
debemos trabajar diariamente, porque se constituye en la fuente misma de
nuestra vida espiritual., esta es la FE en Dios. Sí, en esa FE que mueve
montañas, que le da sentido a nuestra vida, que nos impulsa a seguir adelante,
que nos saca de nuestro egocentrismo y nos ponen en modo de amor universal, de
donación, de servicio y solidaridad.
Nos preocupamos a nivel personal y familiar de tantas
cosas, pero, de vivir y acrecentar nuestra FE, ¿Podemos decir lo mismo?
A continuación, encontrarán un testimonio sucedido
en nuestro país, que no forma parte de un ideario, de un supuesto, sino de un
acontecimiento real, y que como ese, hay muchos testimonios, para los que tienen
fe.
Espero que nos invite a mirarnos interiormente, a
reflexionar sobre ¿cómo estamos en nuestra vida de fe? y ¿cómo podemos
profundizar en esta virtud?
“NIÑA DE CINCO AÑOS, MAESTRA EN LA
FE”
En un colegio de Bogotá, durante un “taller de
Escuela de Padres de Familia, en el año 2001, acerca de la Fe, pidió la palabra
uno de los participantes y dijo:
Hoy doy testimonio personal de algo que nunca
creería ni yo mismo. Al decir estas palabras, todos guardaron silencio;
conocían muy bien a quien hablaba, pues no era muy dedicado a las cuestiones
religiosas.
En mí mismo sucedió algo extraordinario. Tenía un
cáncer terminal y, como médico que soy, no lo podía creer, a pesar del dolor
continuo de mi cabeza. Fui a varias clínicas, me hice tomar radiografías y
todas daban el mismo resultado. Total, aunque no quería reconocerlo, ahí
estaban las pruebas: ¡Cáncer terminal en mi propio cráneo!
El silencio era absoluto en el salón de
conferencias.
Una noche me puse a llorar junto a mi esposa, pues
tenía que enfrentarme a tan fatal realidad. Ella no sabía qué decirme. Sólo me
abrazaba. Pero, tras la puerta, estaba mi pequeña hijita de tan sólo 5 años,
estudiante del colegio que hoy nos acoge. En silencio, ella vino y nos abrazó a
los dos y con su prudencia mostró comprensión. Preguntó: ¿Qué te dijo el
médico, papito? “Nada grave”, contesté procurando disimular mis lágrimas.
Pero tú eres médico, los exámenes y tu dolor de
cabeza de todos los días… ¿qué te dicen? Su tono era patético y digno de
personas de mayor edad.
Sí, estoy algo malito.
La niña me abrazó con inmensa ternura, hasta
hacerme llorar en sus brazos. Me dijo suavemente:
Tranquilo, papito, mientras acariciaba la zona
parietal en la que yo sufría los terribles dolores.
Esa noche me dejé guiar por ella. Me tomó de la
mano, me llevó a la cama, se sentó a la orilla, me recosté y, como si fuera una
persona adulta, sentenció:
¡Dios no me falla!
Hizo que pusiera mi cabeza en sus piernecitas,
colocó sus manos en la zona adolorida de mi cabeza y, con una fe y una
confianza inauditas, dijo:
Mamita, vamos a orar por la salud de mi papito. Yo
sé una oración. Y, con sus manos impuestas en mi cabeza, cerrando los ojos,
volvió a mirar, con énfasis extraño.
¡Dios no me falla!- y añadió-: Mamita, recemos.
Cerrando sus ojitos, lentamente rezó la Oración a
la Virgen del Pilar que les enseñan en el Colegio, con una devoción y unción
tan profunda que yo misma estaba conmocionado. Sin saber cómo, yo sentía algo
raro por dentro de mi propio cerebro. Realmente me estaba recuperando en el
regazo de mi pequeño ángel que oraba con tal confianza. Terminó de orar a la
Virgen y añadió peticiones:
Tú, Dios mío, no me puedes fallar. Mi papacito
tiene que quedar bueno. Tú no me fallas. No puedes llevarte a mi papito, tú no
me fallas. No podemos quedar solitas, mamá y yo…
Mis sentimientos se tornaban en gigante respeto por
una personita que me estaba dando muestras de tan gran madurez y confianza en aquél
que yo estaba dejando a un lado… Mi ángel pequeñito me estaba dando lecciones
profundas de fe…
Lo cierto es que me comenzaron a pasar los
fortísimos dolores y, por insistencia de mi mujer, fui a la última clínica en
la que me había tomado radiografías. Tomaron una y nada, otra y nada. Llamaron
a la persona que había hecho las últimas y era la misma que estaba allí en
Rayos X. ¡Optaron por volver a hacer otras y no encontraron nada! No podía
creer que mi cáncer terminal en el cerebro se hubiera ido, así como así…
Me fui a las otras clínicas en las que yo mismo
había estado haciéndome tomar varias radiografías, pues, como médico, no quería
aceptar que estuviera en ese estado y, ¡oh sorpresa tan grande! ¡En ninguna de
ellas aparecieron rastros del mal tan terrible!
Entienden, queridos padres de familia, ¿por qué he
vuelto a Dios y que mi pequeña, de sólo 5 años, ha sido mi gran maestra en la
Fe?
Cuando terminó de exponer su vivencia, todos
llorábamos… en silencio.
(Hna. Aracely Barajas, Rectora)
(Hna. Aracely Barajas, Rectora)
Tomado
de AGUDELO,
HUMBERTO. VITAMINAS diarias para el espíritu.2. Paulinas. Pág. 307
¿PERO CÓMO ALIMENTAR NUESTRA FE?
Cinco acciones para aumentar nuestra fe. Siempre partiendo
de la convicción que la fe es un Don, que es un regalo de Dios, hay que:
1. Pedir
a Dios que acreciente nuestra fe
2. Estudiar
nuestra fe. Una fe que se estudia se acrecienta. Leer, hablar con personas
preparadas en la fe, nos permite profundizar en nuestra fe.
3. Vivir
la fe. Esta es la mejor manera de ejercitarla. Se vive, creyendo en la providencia,
trasmitiéndola, dando testimonio de ella. Hay que tener presente que si no se
vive se debilita.
4. Acudir
con frecuencia a los sacramentos, de la reconciliación y la comunión.
5. Propiciar
diariamente los momentos de oración personal y familiar.
ORACIÓN QUE PUEDES REALIZAR EN TU HOGAR CON LOS MIEMBROS
DE TU FAMILIA
Corazones
unidos y traspasados por un mismo amor: Jesús, José y María, a vosotros
encomendamos nuestras familias y las familias del mundo entero, para que con
vuestra protección que clama al cielo y al Dios Padre eterno, que unido al
Espíritu Santo derrame las gracias de conversión, de salvación, a todos los
hogares, especialmente este hogar que se ha consagrado a los tres corazones
unidos y traspasados; os queremos entregar en esta hora de oración esta nuestra
familia, para que cada uno de sus miembros se conviertan: los hijos, los
esposos; los familiares y todos aquellos que tengan que ver con nuestro vínculo
familiar, para que unidos a ese Amor de Dios y a ese verdadero Amor de
Jesucristo y unido a la esencia del Espíritu Santo, derrame sobre las familias
el deseo ardiente de la caridad mientras peregrinamos por el mundo, el deseo
ardiente de anhelar el Cielo con la esperanza que nos infunde el
Espíritu Santo y la fe viva en nuestros corazones, para que se mantenga firme
ante las adversidades de los últimos tiempos.
Amén
Que la Sagrada Familia de Nazaret, bendiga cada uno de sus hogares.
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